
Si ese mensaje fuera dirigido a Dios contaría con la gran suerte de que Él lo conoce todo antes siquiera que lo escriba.
La diría:
Dios mío, tú conoces todo de mí, sabes que te quiero y que lo que hoy vivo es parte de ti.
Sabes que a pesar de estar en esta isla tengo la suerte de encontrarte cada mañana en el amanecer y despedirte cada tarde al ponerse el sol.
Tu mar tranquiliza mi alma y el susurro de las olas me recuerda que nada es perenne, que las cosas van y vienen dejando en la orilla los bellos tesoros que albergo en mi profundidad.
Si alguien encuentra este mensaje tan sólo que mire al horizonte, y allí me encontrará en la inmensidad que une el cielo con el mar, donde Tú y yo somos una misma cosa.
Encar
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